miércoles, 16 de abril de 2014

Mi primer año de madre por dos.


"Y todo los supuestos errores que dije no volver a cometer como mamá, los repetí. Todas las supuestas cosas ya sabidas me volvían a sorprender. Todo lo que ya me había emocionado, me volvió a conmover.". Por Millaray Neira A.


Laura hoy cumple su primer año de vida, el tiempo transcurre rápidamente cuando se desea todo lo contrario.

Este año, ha sido absolutamente significativo en demostrarme día a día que ser madre es un aprender sin fin.

Ema y Laura, mis dos hijas, se diferencian por sólo dos años de edad. Diferencia que fue decidida para que pudiesen experimentar la hermandad, complicidad y compañía de crecer junto a un par.

En este primer año de vivenciar la maternidad por dos, puedo expresar que el desafío de criar una o dos hijas es igual. Claro,  hay mayor desgaste al final del día, sin embargo, las preocupaciones se dan de igual manera (los sustos, los temores) tanto por una hija o más.

Así también, he aprendido que las recetas de maternidad NO resultan, y lo que sirve para una, no siempre se puede duplicar. Laura me ha demostrado que los seres humanos sí somos únicos, pues a pesar del gran parecido físico a su hermana, (muchas veces me sentí en un dèjá vú) ella  patenta claramente su individualidad.

Laura deambula silente por la casa, como una diablilla siempre atenta a todo. Su gran flexibilidad le permite obtener lo que le interesa. Apenas disfruta comer y con esfuerzo ha logrado por primera vez el peso promedio de su edad. Ella es paciente y resiliente, ha manejado normalmente los amores-celos de su hermana, y ante los momentos más tensos siempre te regala su sonrisa. 

Laura y Ema son tan distintas que se complementan. Ya juegan juntas y viajan de la mano en el asiento trasero de nuestro auto.

Y todos los supuestos errores que dije no volver a cometer como mamá, los repetí. Todas las supuestas cosas ya sabidas me volvían a sorprender. Todo lo que ya me había emocionado, me volvió a conmover.

Este, mi segundo primer año de madre (del cual no niego su alto nivel de estrés, cansancio y confusión vivenciado como cualquier otra  madre) me ha permitido aprender que ser madre no es perfecto: que no se puede cumplir con todo lo determinado por la ciencia médica y los especialistas, que el día NO tiene más de 24 horas, que no puedes ser  supermujer (como lo manifestaba otra de nuestras columnas). Y que entre más se acepte la imperfección de la maternidad y más natural se viva, mis hijas más felices crecen.

Pero creo que lo mejor que rescato en este cumpleaños es que el amor de madre no se divide, sino que se multiplica.


1 comentario:

  1. Milla, que bella tu columna, me llegó al corazón. Sabiduría materna multiplicada por dos. Cariños.

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