domingo, 17 de mayo de 2015

Maternidad y ternura... Pueblo mapuche

Pocas veces tenemos la posibilidad de acercarnos al amor maternal de las mujeres de otras culturas. ¿Imaginamos quizás que es igual al nuestro, y por lo tanto, no hay mucho que observar? ¿O quizás pensamos que, como madres, ellas están sujetas a un sinnúmero de deberes tradicionales, que poco tienen que ver con nuestra maternidad "moderna", "emancipada"? 

Mirar otras maternidades, maternidades "otras", de culturas diferentes, desde la vivencia de nuestra propia maternidad, nos da un momento de reconocimiento y autoreconocimiento, de ver(nos) más allá de tiempos y espacios, y conectarnos con esa ternura, en sus más diversas dimensiones, formas, colores y luces.  

Por Consuelo Hayden


Imagen: www.werken.cl


A principios del siglo XX, el compositor y musicólogo Carlos Isamitt recogió testimonios, observó y registró la vida diaria e íntima de familias mapuche del sur de Chile y nos dejó algunas joyas actitudes, miradas, cantos, intenciones que hoy nos muestran una dimensión fundamental de la crianza. No olvidemos sí, que quien nos habla es Isamitt, que aunque tiene una extraordinaria sensibilidad, es un hombre occidental y de su tiempo. 

Acá sus palabras:

“De todos los cantos de cuna, de colecciones folklóricas italianas, francesas, españolas, que he conocido, ninguno he encontrado más sobrio y de una expresión de ternura más concentrada y rendida que este 'Umaq ül pichiche en'.

Una incursión detenida y atenta a través de la vida mapuche puede demostrarnos que la realidad de esta obra popular ha sido condicionada por costumbres, reacciones, aspiraciones que forman la atmósfera propia de la mujer araucana.

Las mujeres ejercitan una actividad continuada en los más diversos trabajos, tienen por esto, pocos instantes para dedicarles al niño. De ahí tal vez, que ellos vengan a ser como un descanso u ocasión propicia para un contraste y complemento de dulzura,  a la rudeza del trabajo cotidiano.

Mr. Walter Dugham, observador cariñoso de los indígenas, jefe de la maravillosa escuela práctica agrícola que sin ningún apoyo fiscal, la Misión Araucana mantiene en Maquehue, contándome algunas de sus sorpresas en el contacto con los araucanos, me daba a conocer costumbres relacionadas con los sentimientos maternales. Yendo una vez de Temuco a Tranawillín, se encontró en el camino un hombre que llevaba un huemul muerto, lo compró e hizo que lo transportaran a su casa. Muchos mapuches vieron pasar al hombre con el delicado animalito sobre sus hombros; salieron de todas las rukas, los ojos ávidos y permanecieron mirando asombrados. Al día siguiente, en la casa se procedió a sacar cuidadosamente el cuero del huemul; luego comenzaron a llegar muchas mapuches con su andar lento, acentuado por el suave tintineo de sus “puin puin” (figuritas colgantes) y de los engarces de sus platerías. Se acercaron tímidamente insinuando se les diera algún pedacito del “pusho piuke” (pusho=huemul, piuke=corazón). ¿Para qué? –preguntó él y las madres mapuches contestaron dulcemente “para darlo a comer a nuestro niños para que así tengan ellos también el corazón tierno”. Sorprendido el amigo hizo repartir el corazón del huemul, y muchas madres volvieron ese día a sus rukas con la alegría íntima y silenciosa de llevar consigo la seguridad de hacer florecer en sus hijos pequeños la ternura, la mansedumbre, la delicadeza y todas las virtudes que las madres ansían tan profundamente como belleza del corazón del hombre.

Huemul. Imagen: www.fotonaturaleza.cl


Algunas anotaciones recogidas en una reducción bastante lejana a la anterior, en “Rulo”,  a orillas del río imperial, vino a evidenciarme la extensión de esta costumbre entre los araucanos.

A fin de no restar saber de ambiente, nos asomaremos, con un pequeño esfuerzo de imaginación, a la escena que registran los apuntes directos. “El fuego arde chisporroteando en el centro de la ruka; del gran tizón del canelo, las llamas cabrilleantes como si no fueran a concluir nunca (...). Sentada sobre un cuero, una mujer joven hace bailar el huso y va hilando una hebra blanca. Un gato y un perro echados a un lado. Cerca del tizón, los pies desnudos de la joven araucana muestran las pequeñas concavidades de sus plantas a las llamas movedizas, y en otro lado, en un pequeño banco de madera, mamando ansioso, enterrada la cabecita en la abertura del “chamal”, perdida toda visión del mundo, saborea un niño la felicidad en el pecho de su madre. La dulzura blanca que va penetrando en sus entrañas lo adormece. Sombras por los rincones, sombras por todas partes, como los bosques cercanos. Los animales dormitan, el niño con los párpados cerrados, chupando... chupando... Sólo los ojos de las mujeres recogen el brillo de las llamas vivas.

El niño se ha dormido con el pecho entre sus labios apretados, como un animalito lleno de gracia. La madre lo devora con sus ojos en llamas, la conciencia agradada. Abre una bolsita de cuero, saca de su interior un envoltorio de trapos blancos, quita unas amarras de lana roja y desenvuelve con cuidado una patita reseca y un trozo de cuero de huemul guardados desde mucho tiempo; levanta las ropas y comienza a pasar la patita reseca por el cuerpo del niño dormido.  El pelo del animalito va rozando suavemente el pecho niño, sus ojos, su boca, su frente... La mano de la madre se va alivianando con el ardor de la llama interior. De su actitud y de sus ojos se escapa un canto delicadísimo de fé (sic.) ingenua, de esperanzas y de ternura humanas. ¡Duerme mi pichiche, has de ser tan bueno, tan tierno, como el corazón de este animalito! “Duerme, duerme!... has de ser humilde, honrado y cariñoso, inofensivo como su corazón! Mi pichiche!... tierno, inofensivo y humilde porque es tierno, inofensivo y humilde el corazón de este animalito”.

El canto suplicante de la ingenua ternura arde en la ruka triste como las llamas del gran tizón que se consume y junto al humo negro, una claridad de conciencia sale de la ruka buscando las estrellas.”

Esta intensidad emocional que sorprende en estas costumbres mapuches, esta delicadeza y sinceridad de aspiraciones que no se advierten aun con tanta uniformidad en las demás gentes de nuestro pueblo, son las mismas que han logrado cristalizarse en las melodías de sus 'Umaq ül'."

Carlos Isamitt anota un ejemplo de Umaq ül recitado, que las madres dicen a los niños cuando estos lloran:

“Küpai nüru                           que viene el zorro
je pai a fei meu                      puede venir a buscarte
umuntunge mai                      duérmete pues
je paia fei meu                        puede venir a buscarte
ta nürü                                    el zorro
umuntunge mai                      duérmete pues
fente gumange                        deja de llorar
kollon ta küpai a fui               que viene el kollon
inche kudu payan                   yo también voy a venir a acostarme
rügal kütral künumeyan         después de enterrar el tizón que está ardiendo”

Isamitt, Carlos: "Apuntes sobre nuestro folklore musical". Revista Aulos N° 4, enero - febrero de 1933, pp. 3-6


viernes, 24 de abril de 2015

Soy muy elitista, mi hijo es parte de mi vida




Un hombre- no puedo llamarlo señor o caballero pues es mucho para él, a quien además no voy a mencionar pues no merece más publicidad- encendió las redes sociales al calificar a la diputada Camila Vallejo de elitista por llevar a su hija a trabajar y la mandó a contratar una "nana".

jueves, 19 de marzo de 2015

¿Qué tiene que ver el feminismo con el amamantamiento?


A primera vista, la mayoría de las personas diría, “no hay nada en común”. Después de todo, el pensamiento convencional es que el amamantamiento es un deber maternal que fuerza a las mujeres a postergar sus aspiraciones profesionales para lograr algunos ideales de maternidad, mientras el feminismo es sobre la liberación de la mujer de exactamente esas trabas. Caso cerrado. ¿O no?. Por Alison Stuebe*

jueves, 5 de marzo de 2015

Violencia virtual contra niños y la indolencia de los Me Gusta



Cada cierto tiempo algún amigo de facebook sube un video de niños siendo violentados por sus padres como motivo de risas de sus progenitores y de miles de me gustas de esta red social. Como madre y ser humano me parece tremendamente violento ver estos videos, pero además me llama a reflexionar sobre la acción social en nuestras crianzas. Por Danae Prado C. 

lunes, 23 de febrero de 2015

Palabras que crean: el poder del lenguaje.

"El lenguaje no solamente influye en la formación sociocultural que optamos por entregar en la crianza, sino también en la dimensión individual de nuestros pequeños y pequeñas. Nunca debemos olvidar que a pesar de su corta edad son seres pensantes, sujetos de derechos, y recordar que en la primera infancia logran el mayor desarrollo cognitivio-emocional del ser humano". 
Por Millaray Neira



      Mi hija mayor colorea un dibujo impreso. En su búsqueda de colores me reclama que le falta el color piel entre sus lápices. ¿Color piel...? Suena la alerta interna… ¿Existe un color piel? Le transmito mis tribulaciones a mi hija, comparamos nuestras pieles y concordamos en que no existe un color piel, sino que puede haber muchas pieles de diferentes colores. Elige el color que tú prefieras, le digo, y ella elige entre sus lápices sin mayor complicación ni prejuicios.


Las palabras son creadoras de realidades, el lenguaje tiene una fuerza increíble e invisible para moldear y moldearse tanto a nivel sociocultural como individual. Basta con dar cualquier ejemplo de el revuelo que causan los interminables dichos “desafortunados”  de cualquier político de cualquier país de cualquier momento histórico. Y eso vale también para nuestros hijos e hijas, por lo cual merece darnos tiempo (que tanto escasea) para reflexionar sobre el uso consciente/inconsciente que le damos al lenguaje. 

Mientras sucedía esta anécdota, yo pensaba que lo que había ocurrido era un signo de algo importante, algo a lo que debo poner mi atención, sin saber qué era. Pasó el tiempo y las reflexiones maternas fluyeron, como siempre ocurre a las madres, a lo que se sumaron ciertas capacitaciones de mi trabajo además de la lectura del libro “Hijos con autoestima positiva”, que me permiten hoy detenerme y cavilar.


El uso del lenguaje, verbal o no verbal, tiene una intención comunicativa, es decir, busca una inter-acción entre el emisor y el receptor. Es por esta dinámica de accionar colectivo que el lenguaje crea realidades: a través de los significados que se envían, y (esa es la magia) que el receptor re-construye. Las palabras que usamos y no usamos, son recibidas por nuestros niños y niñas, creando su propia lectura. Y esto es mucho más fuerte cuando con palabras intentamos transmitir algo y nuestro lenguaje no verbal dice otra cosa.


Cuando mi hija tenía dos años, como muchos padres enfatizábamos siempre nuestro discurso pro paz y no violencia. Sin embargo, y en paralelo, sin darnos cuenta la involucrábamos en nuestra fijación del momento: ver la serie de televisión sobre la vida de Pablo Escobar, un famoso narcotraficante colombiano. En nuestra inocencia de padres, comprábamos los dvd semanalmente y los veíamos en la hora de la siesta,  hora en que supuestamente ella estaba durmiendo y no iba influirle mayormente. Eso pensábamos hasta que la veo jugar a disparar con una metralleta imaginaria, y al interrogarla me contesta que juega a Pablo Escobar.


Este fue un caso de incongruencia de comunicación entre mi lenguaje verbal y no verbal.


Pero el lenguaje no solamente influye en la formación sociocultural que optamos por entregar en la crianza, sino también en la dimensión individual de nuestros pequeños y pequeñas. Nunca debemos olvidar que a pesar de su corta edad son seres pensantes, sujetos de derechos, y recordar que en la primera infancia logran el mayor desarrollo cognitivio-emocional del ser humano.


Como lo establece la sicóloga chilena Neva Milicic en conjunto con Soledad López, el lenguaje que los padres y los adultos significativos usan tienen una gran influencia en la creación del autoconcepto de nuestras hijas e hijos, pues somos sus grandes referentes en los primeros años de vida. Señala incluso que todos los estudios demuestran que modificaciones simples de estos adultos tienen una repercusión positiva en la autoestima de niños y niñas. La configuración del autoconcepto es la lectura, la creación de significados de la propia persona, en la cual influye lo que el ambiente le comunica. Este autoconcepto se relaciona directamente con la autoestima, que es una pieza primordial para que nuestras hijas e hijos crezcan con herramientas sólidas para enfrentar la vida. La autoestima por tanto, se nutre de sentirse querido y aceptado.


No creo que en verdad sea posible el control total de nuestro lenguaje, pues no somos máquinas, y también se comunican con nuestros hijos otros que nos rodean en nuestra esencia gregaria. A pesar de ello, me parece relevante metacognitar en lo que hacemos/decimos. A veces es importante detenernos y escuchar nuestras propias voces. En eso tengo a mi hija menor que me ayuda en sus casi dos años, está ansiosa de hablar y anda como un lorito repitiendo lo que oye; y, más veces de lo que quisiera, lo que repite me asusta.


Dejo con Ud. Una cita de las sicólogas Neva Milicic y Soledad López: 

"La práctica de vivir conscientemente significa intentar ser responsable de nuestras acciones, propósitos, valores y metas, llevando nuestras capacidades al máximo".


sábado, 6 de diciembre de 2014

Entre el parto y el futuro de la humanidad... hay todo un mundo

Por Consuelo Hayden

Recuerdo que en una de las charlas que dio el obstetra Michel Odent* en Chile, este desarrolló la idea de que el momento del nacimiento es determinante para la emocionalidad, incluso para la capacidad de amar, que desarrollará a futuro ese recién nacido y, por lo tanto, la sociedad que construimos. Sus argumentos vienen de la investigación científica y de su larga experiencia en la atención de partos, y me pareció entonces una conclusión desoladora. Pedí la palabra y planteé mi inquietud. Dije que a mí y a mi bebé, al igual que a cientos de miles de madres en Chile, y seguramente a millones de madres en el mundo, se nos había negado la posibilidad de tener un parto libre y respetado, que nos habían violentado y quitado nuestros bebés de los brazos; y que entonces qué nos quedaba a nosotras, a nuestros hijos, que perdimos ese momento determinante. ¿Cómo reparar?

No sé si mi pregunta no se entendió o si yo no entendí la respuesta, pero creo que dijo algo como que no estamos acá para tratar casos particulares, sino que hablamos del futuro del nacer, que es también el futuro de la humanidad, pero que de todas formas existen los mecanismos culturales de la crianza, o algo así.  La pregunta me ha seguido rondando, y aún no encuentro una respuesta. No es posible que seamos una especie de generación perdida.

Hace pocos días asistí a un encuentro de redes contra la violencia obstétrica**, donde participé en un conversatorio sobre activismo. Una joven madre contó una experiencia muy dolorosa. Ella estuvo todo su embarazo decidida a tener un parto natural y en casa, y defendió con uñas y dientes su decisión y su derecho. Pocas semanas antes de llegar a término, sufrió un grave problema de salud que la obligó a aceptar una cesárea de emergencia para que ella y su bebé vivieran. Cuenta el dolor y la impotencia que le produjo esto, la frustración y la culpa que sintió, como si estuviera defraudando a su bebé, a ella misma y a todos a quienes comunicó fervientemente su convicción. Aun se emocionaba al relatar su experiencia.

Más recientemente leí algo que me pareció el colmo de la irresponsabilidad. Un sitio web español publicaba un breve artículo, "Formas de nacimiento: relación emocional", donde entregaba "una lista de las formas de nacer y los condicionamientos para un posible futuro". Según su autor/a, una persona nacida por cesárea tendría "dificultades para terminar las cosas"; a quienes nacen por forceps "no les gusta sentirse controlados", y quienes pasaron por la incubadora "se sienten aislados y solos"... (siguiendo su reflexión, me pregunto si acaso esta persona nació prematuramente y por lo tanto "se apura en sacar conclusiones..."). Estas y otras asociaciones pseudológicas dichas con total ligereza son casi caricaturescas, pero lamentablemente reflejan la facilidad con que se instala un sentido común reduccionista y determinista que puede llegar a este tipo de burdas síntesis.

Estas situaciones me hacen pensar que, sin dejar de ser comprometidas con todas nuestras expectativas y convicciones, es necesario ser cuidadosas cuando, con un ímpetu activista, declaramos que el parto es tan determinante para el futuro de los niños y niñas. Me refiero a que, claro que es importante, importantísimo para nosotras y para nuestros hijos, pero no significa que por nacer por cesárea ese ser humano esté condenado a ser menos amoroso o a tener menos apego, porque hay formas de reparar (la lactancia es una de esas formas); y si nos vemos obligadas (por problemas de salud, por ejemplo) a realizar una cesárea o simplemente a tener a nuestro hijo en una clínica, no hay que pensar que todo está perdido.

Creo que además de luchar por recuperar el parto natural, también es urgente hacer una búsqueda y reconocimiento de aquellas prácticas con las que madre e hijo cultivan tempranamente el amor y la ternura: los gestos, los sonidos, los juegos -diferentes según las diversas culturas y diversas madres e hijos- con los que reconstruimos lazos y recuperamos el tiempo perdido. En el contexto de violencia obstétrica en que hoy la mayoría parimos/nacemos, estas son prácticas de resistencia. Y esto es crianza rebelde.

Sobre Michel Odent, en Ecología del Nacer.
** Primer Encuentro Nacional de Redes por el Parto Respetado, 29 de noviembre de 2014.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Un oasis en la academia: Biblioteca infantil pre-escolar de la Universidad de Tarapacá, Arica.

"¿En cuántos lugares las mamás, papás, abuelas, abuelos, tíos, tías, primos, etc. podemos jugar tranquilos con los niños sin sentirnos observados y sancionados por el “bullicio” y desorden que ocasiona una tarde de descubrimiento? Las wawa*, niños y niñas existen, pero su sola presencia en el mundo “adultocéntrico” suele generar molestias."  

Por la co-madre invitada Ignacia Cortés
Editora, especialista en estudios andinos y actualmente escritora de libros para niños

Hace una semana fuimos en familia a Arica, en el extremo norte de Chile, a exponer con mi pareja e hija de un año, al IX Congreso de Etnohistoria que se desarrolló en la Universidad de Tarapacá (UTA). El programa del Congreso era ambicioso. Intentamos ir a algunas presentaciones, pero sólo pudimos acudir a las charlas magistrales, ya que por el horario nos acomodaba más. 

Sin embargo, como nos enseñan las niñas y niños, sus tiempos, y el de los adultos suelen ser muy distintos. Para no resistirme al ritmo de Clara, decidí salir a buscar un refugio, idealmente para darle teta y descansar. Pensé en algo parecido a una plaza, pero la vegetación, como la conocemos en la Santiago, no abunda en el campus universitario. La temperatura es otra y el agua escasea en la zona. Habían pequeños espacios con pasto y sombra, pero no estaban tan cerca de la sala donde se desarrollaba el congreso. A cambio, tuvimos una revelación. Caminamos por dentro de uno de los edificios y hallamos un oasis. La entrada tenía un cartel que nos daba la bienvenida: “Biblioteca infantil pre-escolar”. Clara abrió sus enormes ojos y se lanzó a gatear-caminar en dirección a unas niñas lectoras, hermanas de 7 y 4 años a las que no les molestó en compartir con Clarita el pan con palta que estaban comiendo.

Conversé con la encargada del espacio. Ella me contó que antes este lugar correspondía a la guardería infantil para estudiantes y funcionarios de la UTA. Hace un tiempo atrás la universidad abrió una gran sala cuna y jardín infantil, pero la exguardería no se convirtió en una sala más dentro del campus, sino que se transformó en una biblioteca infantil. A ella asisten las niñas y niños del jardín y algunas tardes a la semana, se abre a la comunidad.

La biblioteca infantil de la UTA cuenta con un sector de juegos, allí conviven muñecas; tacitas para tomar el té; un llamo de peluche, con tulmas en sus orejas y un aguayo de vestimenta; y cajas de juegos idiomáticos en mapudungun y aymara. La biblioteca tiene todo un mundo en miniatura, mesas de colores, sillas, sillones, alfombras y hasta una acogedora silla mecedora. Respecto a los libros, es muy variada. Los estantes, de fácil acceso a los niños, están llenos; algunos libros son del tamaño de una pequeña mano; otros, grandes, con ilustraciones para poder ser vistos por varios lectores. Además, hay libros para recortar, clásicos de la literatura infantil -como Hansel y Gretel-, y libros objeto, como los del ilustrador y diseñador japonés Taro Gomi, que hoy en día es el autor favorito de Clara.


Al llegar de vuelta a Santiago, pensé: ¿cuántas universidades cuentan con este tipo de bibliotecas? Realmente no lo sé, pero creo que no he visto ninguna en el contexto universitario santiaguino. Y, sigo con mis preguntas, ¿en cuántos lugares las mamás, papás, abuelas, abuelos, tíos, tías, primos, etc. podemos jugar tranquilos con los niños sin sentirnos observados y sancionados por el “bullicio” y desorden que ocasiona una tarde de descubrimiento? Las wawa*, niños y niñas existen, pero su sola presencia en el mundo “adultocéntrico” (como dice una sabia amiga) suele generar molestias. Por lo mismo, se ha intentado moldear su comportamiento. Lo mejor es que se parezcan a los adultos o a ese ideal de adulto: dóciles, fáciles de controlar, quietos y silenciosos.

Escribiendo esto recordé algo que se dijo en la clausura del Congreso. Quizás no sea coincidencia que la sigla de la Universidad de Tarapacá sea UTA. En aymara, uta significa casa. Sin embargo, uta no sólo se emplea para designar una edificación, también es el proceso de construcción que involucra necesariamente a la comunidad: es un trabajo mano a mano, solidario y ritual, un achuqalla**. ¿Cuántas universidades se proponen ser una verdadera uta, donde estudiantes y, por qué no, la comunidad entera pueda recorrer y habitar cada espacio?

En nuestra corta estadía en Arica, pudimos visitar la biblioteca infantil dos veces. Lamentablemente, no se me ocurrió tomar una fotografía, pero confío en que las sensaciones de esas tardes de juego quedaron atesoradas en nuestra memoria corporal.

Las imágenes son del libro "Adivina qué es" de Taro Gomi.




* Wawa (quechua) bebé, infante.
** Ejecución y ceremonia del techado de las casas.

viernes, 3 de octubre de 2014

Juegos y estereotipos, terminemos con las narices fruncidas



Esta semana se dio a conocer en Chile la campaña de la ONG Comunidad Mujer "Las niñas pueden", en la idea de atacar los estereotipos infantiles a través de juguetes y juegos, que luego determinan roles sociales y carreras profesionales de las mujeres, y que en definitiva siguen consolidando la inequidad de género. La campaña se centra en las niñas y yo como madre de un niño me pregunté, ¿cómo afecta esta discriminación a los pequeños hombres? Por Danae Prado C. 

miércoles, 1 de octubre de 2014

La hora del cuento: “Sapo y la canción del Mirlo”




 Para mi familia, las letras y los libros son una forma importante de compartir y hemos encontrado en la literatura infantil un lenguaje en común, que podemos usar para comunicarnos y expresarnos entre nuestras distintas miradas de adultos y niñas. Aquí les comento uno de nuestros libros favoritos: “Sapo y la canción del Mirlo”. Por Millaray Neira

 
 
Mi hija mayor, de tres años, narra los libros a través de la lectura de sus ilustraciones y la asociación a su impresionante memoria de los cuentos ya escuchados. Su hermana menor, de un año, la imita jugando a hojear libros y simulando su lectura en sus balbuceos, graciosamente aún cuando los libros estén al revés.

Tenemos varios libros en casa para que el contacto con ellos sea común y corriente, algo de diario vivir. Pero también llevamos a las niñas a la biblioteca local que, afortunadamente, tiene una Sala Koala estimulante para ellas, la que permite abrir las posibilidades que el mundo de las letras les puede ofrecer.

Es por esto que se me ocurrió la idea de compartir en el blog la experiencia con algunos de estos libros, idealmente libros fuera de los cuentos clásicos que ya tod@s conocemos, con el fin de ser un aporte para quien está iniciando una búsqueda de bibliografía para compartir en familia.

Así, comienzo con “Sapo y la Canción del Mirlo”, el que llegó a nuestras manos por medio de la biblioteca local. Este libro infantil es parte de una serie literaria denominada “Sapo” que trata diversas temáticas. Su prosa es sencilla como sus ilustraciones y hablan en forma cercana para que mi hija se pueda envolver con ella e identificarse con sus personajes y sus aventuras.

 Estos libros fueron hechos por el escritor e ilustrador holandés Max Velthuijs, quien en su carrera se dedicó al diseño en diferentes áreas, pero que en los años ochenta se volcó a la literatura infantil. Tiene varios títulos a su haber, sin embargo, la serie Sapo es la más editada en el mundo hispanohablante.

Este libro en particular, habla de la muerte.

Sin duda, la muerte es un tema tan natural como complejo. Realmente no sé si en general para los adultos es tan complicado hablar de esto con un niñ@, pero en mi caso me vi enfrentada a esto hace poco tiempo con mi hija mayor y por momentos vacilé profundamente en cómo abordarlo o si era mejor ignorarlo u obviarlo.

Recordé entonces que alguna vez había leído una entrevista a J.K. Rowling acerca de la muerte en se saga Harry Potter y ella hacía referencia a lo normal que el tema era para sus lectores infanto-juveniles. 

Aunque no supe muy meditadamente cómo explicarlo, abrí el tema de la muerte a mi hija, lo que se ha ido construyendo poco a poco y que nos ha ofrecido mayores gratificaciones de las pensadas, pues incluso he podido vincularla al recuerdo de mis propios seres queridos que han partido y que, en gran medida, forman parte también de su propia historia.

Sapo y La Canción del Mirlo hace eso, narra la experiencia de sus personajes animales con la muerte, de forma natural y clara, tal como puede ocurrirle a cualquiera de nuestros hij@s. Lo más interesante, en mi opinión, es que el libro no intenta hacer una explicación metafísica o teológica de la concepción de la muerte, sino más bien de cómo los personajes enfrentan esta situación. Y eso me parece interesante porque le otorga un lenguaje universal a la obra.

Sapo y sus amigos encuentran al Mirlo que ha muerto, esto les produce una gran tristeza y recuerdan sus canciones que les alegraban. Entonces, realizan el rito fúnebre que no es otra cosa que su despedida y -esta es la parte que a mí me encantó- la actitud posterior que adoptan es de disfrutar la vida y recordarlo con alegría.

La historia asume la naturalidad del proceso de la muerte, pone énfasis en la necesidad de vivir el duelo, pero ofrece la salida de continuar la vida dignificando y honrando con ella a los que han partido.

Cuando leímos el libro con mi hija mayor, fue muy emocionante, pues ella sintió la tristeza de los personajes e incluso me emocionó a mí al relacionarlo con mis familiares difuntos. Pero al finalizar la historia, quedó tranquila y satisfecha con el desenlace y se durmió con esa paz envidiable de los sueños infantiles. Tanto le gustó, que lo eligió para un proyecto preescolar, venciendo las múltiples historias y libros de princesa que inunda su mundo de fantasía.

 

jueves, 28 de agosto de 2014

Karina y Sofía: el derecho a amamantar es de todas



El martes 26 de agosto, tras meses de silencio, Karina Alarcón ya no pudo más y se decidió a denunciar por vía de su facebook el atropello que vive ella y su hija de 5 meses: su empresa, un contratista de Minera Escondida a mil kilómetros de Antofagasta, se niega a respetar su derecho a amamantar. De Madre a Comadre se comunicó con Karina y nos comprometimos a difundir y apoyar su demanda por el derecho de Sofía a recibir la leche de su madre. Aquí su denuncia.

viernes, 22 de agosto de 2014

Marta Durán: ilustraciones para niños con temas de “grandes”


Podríamos decir que cuando Marta Durán tuvo a su primer hijo, Antonio de 4 años, consigo parió también a Marta Durán Ilustradora. Desde Villa Alemana, la joven profesora de arte de profesión e ilustradora infantil por opción, ejerce la maternidad al tiempo que dedica sus ilustraciones a la enseñanza de valores para un mundo mejor. Conversamos con ella de sus libros y la creación infantil. Por Danae Prado C.

lunes, 18 de agosto de 2014

Chile: dónde el amor de mamá es víctima de la desigualdad



Desde ayer tenemos rabia, vergüenza e impotencia. ¿La razón?, evidenciar que en Chile no se respetan los derechos más básicos de la infancia y la maternidad. En concreto, hemos conocido a Victoria y su madre Gloria. La pequeña de 1 año y 11 meses se fracturó la pierna y está ingresada en el hospital Carlos Van Buren de Valparaíso. Como tod@s l@s niñ@s chilen@s que son atendidos por el sistema de salud pública, Victoria está separada de su madre y solamente puede ser  cuidada, alimentada y amada por ella algunas horas del día. Por comadres Fernanda Romo y Danae Prado.