"Y todo los supuestos errores que dije no volver a cometer como mamá,
los repetí. Todas las supuestas cosas ya sabidas me volvían a sorprender. Todo
lo que ya me había emocionado, me volvió a conmover.". Por Millaray Neira A.
Laura hoy cumple su primer año de vida, el tiempo transcurre rápidamente
cuando se desea todo lo contrario.
Este año, ha sido absolutamente significativo en demostrarme día a día que
ser madre es un aprender sin fin.
Ema y Laura, mis dos hijas, se diferencian por sólo dos años de
edad. Diferencia que fue decidida para que pudiesen experimentar la hermandad,
complicidad y compañía de crecer junto a un par.
En este primer año de vivenciar la maternidad por dos, puedo expresar que
el desafío de criar una o dos hijas es igual. Claro, hay mayor desgaste
al final del día, sin embargo, las preocupaciones se dan de igual manera (los
sustos, los temores) tanto por una hija o más.
Así también, he aprendido que las recetas de maternidad NO resultan, y lo
que sirve para una, no siempre se puede duplicar. Laura me ha demostrado que
los seres humanos sí somos únicos, pues a pesar del gran parecido físico a su
hermana, (muchas veces me sentí en un dèjá vú) ella patenta claramente su
individualidad.
Laura deambula
silente por la casa, como una diablilla siempre atenta a todo. Su gran
flexibilidad le permite obtener lo que le interesa. Apenas disfruta comer y con
esfuerzo ha logrado por primera vez el peso promedio de su edad. Ella es
paciente y resiliente, ha manejado normalmente los amores-celos de su hermana,
y ante los momentos más tensos siempre te regala su sonrisa.
Laura y Ema son
tan distintas que se complementan. Ya juegan juntas y viajan de la mano en el
asiento trasero de nuestro auto.
Y todos los supuestos errores que dije no volver a cometer como mamá, los
repetí. Todas las supuestas cosas ya sabidas me volvían a sorprender. Todo lo
que ya me había emocionado, me volvió a conmover.
Este, mi segundo primer año de madre (del cual no niego su alto nivel de
estrés, cansancio y confusión vivenciado como cualquier otra madre) me ha
permitido aprender que ser madre no es perfecto: que no se puede cumplir con
todo lo determinado por la ciencia médica y los especialistas, que el día NO
tiene más de 24 horas, que no puedes ser supermujer (como lo
manifestaba otra de nuestras columnas). Y que entre más se acepte la
imperfección de la maternidad y más natural se viva, mis hijas más felices
crecen.
Pero creo que lo mejor que rescato en este cumpleaños es que el amor de
madre no se divide, sino que se multiplica.
Milla, que bella tu columna, me llegó al corazón. Sabiduría materna multiplicada por dos. Cariños.
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