martes, 17 de junio de 2014

Mujeres madres y la triple jornada


Esta columna la iba a escribir en el marco del 1º de mayo. Sí, hace 50 días pensé en la estructura de una columna que hablara de la mujer, la maternidad y el trabajo, y de la doble jornada que aún pesa sobre nuestros hombros. Y bueno, esta misma doble y a veces triple jornada de las mujeres, hizo que recién hoy pueda escribirla.




Leía hace más de un mes un artículo que daba a conocer brutales cifras: las mujeres consumen 2,6 veces más sicotrópicos que los hombres. Pero más brutal que la cifra, es la razón de este “dopaje” masivo de las mujeres: la doble jornada.


“Después de su jornada laboral, las mujeres usan un tiempo que debería ser de descanso, para realizar tareas del hogar, como hacer el aseo, cocinar, ordenar, ayudar a los hijos a hacer sus deberes escolares e incluso para hacer trámites. Puede que haya muchas mujeres que, por no tener un buen descanso, usen y abusen de estos medicamentos para intentar lograr un buen rendimiento”, explicaban en la Asociación Chilena de Seguridad.

Las mujeres se incorporaron al mundo del trabajo, llegando en Chile a representar el 48% de la fuerza de trabajo y, a nivel Latinoamericano, el 52%. A esta fuerza laboral remunerada, se suma la segunda jornada: los quehaceres de casa y crianza; y en algunos casos la tercera jornada, la del activismo social.

El estudio “Trabajo decente e igualdad de género” realizado de manera conjunta por la CEPAL, FAO, ONU mujeres, PNUD y la OIT el año 2013, afirma: “las encuestas de uso de tiempo muestran que las mujeres trabajan más en actividades no remuneradas y los hombres en actividades remuneradas, y que en la suma ambas jornadas el tiempo total de trabajo de las primeras es superior al de los segundos y sus horas de descanso menores”.

Es decir, las mujeres, pese a tener altos niveles de especialización y estudios, y a nuestra amplia integración al mundo del trabajo, seguimos asumiendo las laborales del hogar de manera casi exclusiva.

También pensé en estos días en una columna en el marco del día del padre, que hablara sobre las nuevas paternidades  y corresponsabilidad en la crianza, una columna que hablara de las muchas veces buenas intenciones de nuestros compañeros, que los medios y estructura del mercado del trabajo tienden a difuminar.

Me refiero a que, pese a la determinación de muchos padres de asumir un rol presente y activo en la crianza de sus hijos y, por tanto, compartir la segunda jornada; finalmente los horarios, el qué dirán y las determinaciones de la estructura del mundo del trabajo, hacen que esta decisión se relativice y debilite.

Muchas veces he ido a actividades de mi tercera jornada -manifestaciones, marchas o reuniones- y la pregunta que me hacen, en tono de chiste, es: “¿donde dejaste a tu hijo?, ¡mala madre!”. A mi compañero nunca le han hecho esta simpática “broma”, y jamás recibe cuestionamientos a su participación en dichos espacios sin su hijo. De hecho, la pregunta viene cuando ha ido a reuniones con el pequeño y es: "¿Dónde está la Danae, le pasó algo?"

En la crianza de nuestros hijos e hijas tenemos una gran oportunidad de enfrentar estos constructos culturales instalados por siglos a través del sistema de trabajo, las economías y los medios de comunicación.

Sin duda, a diario podemos cuestionar y hacer frente a las bases de la doble jornada, que achacan a la mujer y solo a la mujer las responsabilidades de la casa y la crianza. Pero, aún así, se requieren pasos más profundos y significativos en políticas públicas, especialmente las del mundo del trabajo y la educación.

Sin una legislación que otorgue un rol más activo al hombre -entre otras medidas, que supere ampliamente los escasos 5 días de licencia posnatal que se le otorgan, o que le dé derecho a sala cuna y jardín infantil-, no se podrá avanzar en cambiar el decreto cultural de que “la crianza es responsabilidad sólo de la mujer”. 

Asimismo, si no avanzamos en una reforma educacional que, además de terminar con la segregación y segmentación social (que hasta ahora solo reproduce), avance en terminar con los estigmas culturales de género, los esfuerzos que hagamos en casa sin duda formarán seres humanos consientes, pero igualmente inmersos en una sociedad desigual.

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