viernes, 18 de julio de 2014

Ser madre cuando está prohibido/ Por Marcela Abedrapo


“Cuando Israel señala que los niños que ha asesinado en la playa, en sus escuelas, en sus propias viviendas eran escudos humanos o potenciales terroristas, lo que está diciendo es que tiene un desprecio incalculable por la vida” comenta nuestra Comadre Invitada sobre el ataque de Israel sobre Palestina, Marcela Abedrapo, chilena descendiente palestina, madre y Licenciada en Historia, con mención en estudios culturales.



Ser madre, se nos ha dicho innumerables veces, es el mejor regalo que la naturaleza les ha dado a las mujeres. Probablemente la posibilidad que tiene nuestro vientre de acuñar otra vida es efectivamente una de las experiencias más bellas por las cuales las mujeres, en su mayoría, se enorgullecen durante su vida. Sin embargo, aquella concepción puede tener distintos alcances.

Vertientes de clara raíz patriarcal consideran a la mujer una prestadora de su cuerpo para que Dios engendre niños. Otras señalan que la mujer logra su realización con la maternidad.

Partir de la concepción de que es la mujer quien decide si sus expectativas de vida van acompañadas de la maternidad, va en directa objeción con los postulados conservadores, que anulan al sujeto femenino en pos del equilibrio de las relaciones sociales dominantes.

Dichas estas aclaraciones ideológicas, ¿qué pasaría si las pensamos al revés? Me explico: ¿Cómo reaccionarían las corrientes conservadores del equilibrio social naturalizado por el consenso del pensamiento hegemónico, si las mujeres a pesar de las dificultades deciden ser madres?

Muy de cerca hemos vivido las reacciones frente a aquella realidad. Durante el siglo XX muchas fueron las denuncias de prácticas abusivas de controles de natalidad forzadas que se aplicaron en nuestra Latinoamérica y otras partes del “tercer mundo”, en donde a las mujeres se les practicaban abortos sin su consentimiento o se les realizaban esterilizaciones sin que se les informara de ello. Reducir la población era y es una necesidad para algunas economías nacionales. Todos sabemos lo difícil que es darle de comer a nuestros hijos y no tener control sobre la cantidad de embarazos en una familia puede profundizar los niveles de pobreza, pero para evitar aquello es imprescindible que se apliquen políticas de educación y de planificación familiar con información transparente y oportuna, y no políticas de exterminio.

Este criterio, que para las organizaciones internacionales es ya un consenso, se aplica en la matanza sistemática de niños palestinos por parte de Israel.

El sionismo, como toda ideología fascista, busca la limpieza étnica del territorio para fundar sobre sus ruinas un nuevo Estado. Y lo ha ido logrando. Desde que Inglaterra cede los terrenos de Palestina para la conformación del Estado Israelí, la pérdida de territorio año a año ha ido aumentando, hasta hoy tener menos del 10% del original. Eso quiere decir que la mayor parte de los palestinos ha debido emigrar y los que permanecen se les ha obligado a vivir en ghettos o ciudades cárceles, con altos índices de pobreza. Gaza es hoy, la zona de mayor concentración demográfica del mundo con un pequeño territorio y una población que disminuye, y se empobrece aún más, luego de cada bombardeo.

En los últimos días el gobierno y la Fuerza Aérea Israelí han insistido con que la muerte de civiles obedece a que grupos terroristas los utilizaría como escudos humanos. Hablan de un trato humanitario por no bombardear viviendas cuando verifican que hay habitantes en ellas. Por esta razón realizarían disparos de advertencia, para que sus moradores evacuen la zona y se concrete la operación militar diseñada.

La estrategia de la expansión utilizada por Israel desde su llegada a Palestina es la ocupación territorial luego de la destrucción de viviendas. Ese es el objetivo de bombardear casas, hospitales, centros de acopio de ayuda internacional, escuelas y universidades: dejar sin vivienda, sin salud, sin alimento, sin educación a miles de palestinos que se exiliarán, morirán o se quedarán a vivir en dicha zona en condiciones paupérrimas.

Cuando Israel señala que los niños que ha asesinado en la playa, en sus escuelas, en sus propias viviendas eran escudos humanos o potenciales terroristas, lo que está diciendo es que tiene un desprecio incalculable por la vida. Cuando ha impedido que mujeres a punto de parir lleguen a los hospitales porque en los puestos de control simplemente no les dan la autorización para ello, quiere decir que los vientres de esas mujeres no tienen el permiso para engendrar. Cuando bombardean centros de salud y de acopio de alimentos nos dicen que ellos deciden quien, cuando, donde y como tienen derecho a vivir los de nacionalidad palestina. Cuando bombardean centros educativos le dicen al mundo que está prohibido que el conocimiento lo genere el oprimido.

Y sin embargo en Palestina cada vez hay más profesionales, más voluntarios de la salud, más niños naciendo, jugando, aprendiendo y amando la vida.

Cuando los sionistas justifican la muerte de civiles, porque no habrían obedecido las indicaciones de abandonar el lugar que habitaban, están dando a conocer sus verdaderas intenciones: la limpieza territorial de toda etnia precedente para que sobre sus ruinas se cumpla el mandato de pueblo elegido.


Ser madre en Palestina es un acto de resistencia, pues las dificultades impuestas para la natalidad tienen la finalidad de reducir la población paulatinamente. El derecho a nacer en la patria está limitado, custodiado, reprimido. Cada bebé es una esperanza de un mañana, pero al mismo tiempo, semilla de terrorismo para quien no quiera que exista ese futuro. Esto no es una guerra, es genocidio. El sionismo seguirá matando, porque palestinos siguen naciendo.

FOTO: Internet 

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