"...Meses atrás había comenzado a leer sobre parto natural, fui a un seminario sobre violencia obstétrica (término totalmente desconocido para mí hasta ese minuto), y había consultado con una matrona que atiende partos en casa. Supe así, exactamente lo que quería y lo que no quería que pasara durante mi parto. Pero a medida que se acercaba el momento, me fui dando cuenta de que todo estaba amarrado de antemano..." Por Consuelo Hayden
De pronto me vi de espaldas sobre una camilla, piernas arriba sobre el típico aparataje ginecológico, con una delgada y corta bata de hospital. Sola, adolorida por las contracciones, estuve así un tiempo que me pareció inhumano -y totalmente innecesario-, supuestamente esperando a que me admitieran. Había llegado hacía una media hora a la urgencia de la clínica junto a mi pareja y mi hermano, había estado desde la noche anterior con contracciones, en mi casa, tranquila, en una tina caliente, tendida en mi cama o caminando, concentrada, respirando... Mientras estuve en mi nido me sentí confiada, fuerte y me dejaba llevar. Al contrario, desde que ingresé a la clínica empecé a chocar con el dolor de las contracciones y luego con todo lo demás: sondas ¿para qué? monitor a la cintura para escuchar los latidos, medición de la dilatación a cada rato, no puede entrar su mamá, solo su pareja, no puede comer, quédese así acostada, ahora camine media hora... ¿por qué? ¿para qué?
Nosotras sabemos, a pesar de todo, que estamos en un momento donde, por el bien del bebé que va a nacer, tenemos que mantenernos calmadas, focalizadas en que todo salga bien y dispuestas a dejar el pellejo porque la guagua llegue sana; entonces, pedimos información de lo que está pasando, queremos saber cuáles son los pronósticos, plantearemos al doctor y la matrona alguna duda... pero ¿cuestionarles, discutirles que lo que están haciendo nos parece mal? No, o no mucho. Lamentablemente, como madre primeriza, acepté en ese momento, no sin recelo, cada uno de los pasos que el equipo médico afirmó que debía hacerse por el bien del bebé. Les ayudó mi convicción de que tenía que mantenerme lo más calmada posible, pero sobre todo, se ayudaron infundiéndonos miedo, haciéndonos dudar de que este, mi cuerpo de mujer, fuera capaz de dar a luz, y de que mi hijo fuera capaz de pasar ileso por este trance.
Meses atrás había comenzado a leer sobre parto natural, fui a un seminario sobre violencia obstétrica (término totalmente desconocido para mí hasta ese minuto), y había consultado con una matrona que atiende partos en casa. Supe así, exactamente lo que quería y lo que no quería que pasara durante mi parto. Pero a medida que se acercaba el momento, me fui dando cuenta de que todo estaba amarrado de antemano (por la isapre, por el sistema de salud, por los recursos económicos con los que yo (no) contaba...), no tenía en verdad derecho a decidir sobre este proceso tan importante: inevitablemente tendría a mi guagua en esa conocida clínica privada de la comuna de Recoleta, en Santiago, famosa por su “excelente neonatología”, pero también por ser prácticamente una “fábrica de salchichas” donde nacen alrededor de 8.000 criaturas al año.
Sabiendo que se venía algo que me violentaba profundamente, con mi pareja decidimos hacer lo mejor posible ante la circunstancia, planteándoles nuestra visión al doctor y la matrona, y bajando un tanto mis expectativas al respecto. Con la matrona me fue mal, la vez que logré conversar con ella dijo cosas como “¡Gracias a Dios existe el forceps!” y “¡Eso del apego no es así, a mí no me pasaron a mi hijo cuando nació y vieras cómo me quiere!” El doctor por su parte, me aseguraba “estoy totalmente de acuerdo, el parto natural es lo que yo siempre privilegio...” O entendíamos cosas muy diferentes del concepto “natural”, o intentó mantenerme tranquila hasta llegar al último día.
No quiero que piensen que culpo a ese doctor, esa matrona, o ese hospital. Cada vez que parimos vivimos en carne propia, literalmente, los resultados de un proceso histórico de larga data, y sus estructuras son tan sólidas, que nos entregamos con confianza y entusiasmo al quirófano, sus instrumentos y funcionarios. Lo que describiré ahora es mi parto, expropiado por la medicina. Sin duda, es la misma historia de millones de mujeres más en Chile y en el mundo.
En la
sala de pre-parto
Una pequeña habitación, completamente blanca, donde no
había más espacio que para una camilla y para que un par de enfermeras o
auxiliares, algún doctor y un futuro padre, pudieran pararse alrededor de esta.
Así eran las salas de pre-parto que ofrecía la clínica, “...acondicionadas
física y tecnológicamente para garantizar su seguridad y tranquilidad...” Colgada
sobre la pared de enfrente, una gran pantalla de televisión, donde estaban
pasando uno de esos programas de baile que dan en las tardes. Me pareció tan
absurdo, a quién se le ocurriría que la madre, a punto de parir, quisiera
distraerse de ese momento crucial, marcador de su vida.
“Acá vas a estar todo el tiempo que necesites, hasta que ya empieces a sentir ganas de pujar, ahí nos vamos al quirófano”. Dicho así no sonaba tan malo, parecía que nadie quería presionarnos, iríamos a nuestro propio ritmo. Pero a medida que avanzaba la tarde, me di cuenta de que eso estaba muy lejos de ser verdad. A cada rato venían diferentes personas a tantear la dilatación de mi cuello uterino, lo que es muy doloroso, violento y estresante, y parecían disconformes con el resultado del brutal examen, “mmmm... falta bastante”. Mi doctor, que durante todos estos meses me había parecido humano (lo que para mí es harto decir ), me sorprendió después de una de esas revisiones que fue particularmente brutal, diciéndome “mira, tenías como 5 de dilatación, pero ahora quedaste con un poco más de 6...” En una de esas revisiones de mi dilatación, la matrona puso un recipiente bajo mis piernas, metió su mando, sentí un tirón fuerte y mucho dolor, y escuché y sentí cómo abundante líquido se derramaba. Luego caería en la cuenta de que me había roto la fuente y derramado el líquido amniótico, algo que le pedí expresamente que no hiciera, y que sin embargo hizo sin decirme ni una palabra.
Yo me sentía muy adolorida, incómoda, cansada, decepcionada del doctor, y un poco triste en el fondo, porque me parecía que no estaban respetando a mi guagua, a un ser tan pequeñito, inocente... Cada contracción avanzaba con dolor sobre un cuerpo ya contracturado. Con mi pareja nos decíamos “ya estamos acá, esto va a pasar, va a salir todo bien”. Me ofrecieron anestesia, “poquita”, dije, luego de pensarlo harto, pues mi idea original había sido no usarla. No quiero describir el proceso de recibir la epidural. Me dan miedo las agujas. Solo diré que fue algo que por ningún motivo repetiré nunca más en mi vida.
Cerca de una hora más tarde, vino la matrona con cara de circunstancia, a decirme que, producto de la anestesia, las contracciones habían bajado, por lo que era necesario poner oxitocina. Yo le respondí que, como le había dicho antes, no quería oxitocina, no me parecía necesaria. Cruzamos un par de palabras más y creí que me había entendido, pero tras unos minutos, una enfermera fue a poner un suero en la sonda que tenía enchufada en el brazo izquierdo. La etiqueta decía “oxitocina”. Las contracciones por supuesto aumentaron, eran muy fuertes, muy seguidas y dolorosas. No sé cuánto tiempo habré aguantado eso antes de pedir un poco más de anestesia.
Ya eran más de las nueve de la noche, comenzaba a sentir que la cabeza de mi bebé bajaba por mis caderas, sentía su peso desplazándose y mi cuerpo empujando, ya no quería saber nada más de la gente que entraba y salía de la habitación, cerraba los ojos y le hablaba a mi cuerpo y a mi bebé, abriéndole las puertas, animándolo a salir, cantándole y cantándonos, omitiendo el lugar donde estábamos, yo soy tu hogar, te abrigo, te alimento, te protejo, seguiré haciéndolo cuando salgas, déjanos ver tus ojos y abrazarte.
En algún momento alguien dijo “esta niña está lista ya
para parto”, yo pensé “por fin”. No tenía miedo, confiada en que seguramente no
podía ser peor, o, si era peor, al menos sería por un tiempo mucho más breve, al
menos volvería a ser YO pariendo a MI hijo, y no seguiría confinada a una
camilla donde aparentemente todos trabajaban arduamente, menos la madre. Bueno,
eso fue lo que pensé, pero aún no terminaba mi viaje. En otra camilla, acompañada
solo del sujeto que detrás de mí la empujaba a través de largos pasillos, fui
trasladada hasta al corazón de la industria: el pabellón de maternidad...
Continuará! (Lee la segunda parte aquí)
tengo dos historias.....dos nascimientos, también "naturales", cuando sea propiado o interesante, puedo compartirlas. Gracias por ampliar el espacio para estos momentos únicos y, gracias a nuestro sistema, surreales. Un gran abrazo gigante.
ResponderEliminarGracias Li! Envíanos cuando quieras tu relato, cada parto es un mundo, dice mucho de nosotras y de nuestra sociedad... también de lo tanto que nos queda por aprender y luchar. Cariños. Consuelo.
EliminarBuen dia Consuelo, me llego mucho tu relato y experiencia, estoy embarazada soy primeriza y estoy a dias de cumplir 4 meses y al igual q tu yo tambien empece a informarme mas respecto a parto natural y hace poco estoy investigando respecto a violencia obstetrica, sinceramente me da miedo y desconfianza tener a mi bebe en un hospital o clinica por las condiciones, trato, etc..y anhelo poder tenerlo en forma natural.
ResponderEliminarDesde las primeras semanas tuve complicaciones, estube en urgencias por amenaza de aborto desde ahi me he cuidado mucho, hoy en dia mi bebe esta mas firme y no he tenido mas urgencias gracias a Dios. Por ño mismo estoy muy atenta con el añorado parto pues tengo claro q para tener un parto natural como yo quisiera ojala con partera, doula y en una casita, por lo menos tendria q estar con un embarazo de termino saludable y asi poder tenerlo como yo quiero, pero si no es asi? y mi embarazo al termino este con complicaciones igual tendria q depender de un hospital u de este trato tan frio por parte de matronas y medico? Realmente me preocupa y aunque estoy tranquila y faltan meses, quisiera estar al tanto de informacion, y a la vez de opciones seguras para mi parto pues anhelo de corazon tener un nacimiento bello y respetado y por sobre todo natural con doula, partera con conocimientos y asi traerlo(a) al mundo con amor infinito!! <3
Agradeceria informacion
Un abrazo y felicito este espacio,
Bendiciones.
Hola Sandra, gracias por compartir tu preocupación, ya ves que nos pasa a la mayoría de las madres primerizas, y es que nos hemos alejado tanto de nuestro conocimiento sobre el nacer, que nos parece un peligro o un obstáculo enorme y desconocido. Escríbenos a nuestro mail para hacerte sugerencias y darte contactos que pueden resolver tus dudas: dmadreacomadre@gmail.com. Un abrazo!
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