viernes, 28 de marzo de 2014

De cómo un nacimiento parió más que un hijo


Hace cuatro años nació mi hijo. Con él vinieron cambios, nuevos conocimientos y especialidades, nuevos roles y caminos. Hasta hoy mi hijo me muestra nuevas maneras de ver la vida, me abrió una nueva forma de enfrentar la revolución con la crianza rebelde. Asimismo, cada día nos impone desafíos: con mañas y pataletas nos muestra que la vida no es perfecta, pero luego, con sus declaraciones de amor, nos re-muestra que la vida está hecha de momentos que te pueden hacer inmensamente feliz, si tienes los ojos bien abiertos para tomarlos. // Por Danae Prado C.



Hace muchos años en un largo y contundente carrete con amigos, a eso de 4 de la mañana se inició un debate: ¿es el instinto maternal real o cultural?

Yo, emancipada mujer comunacha, sostuve con ahínco que el instinto maternal era una farsa creada por el patriarcado falo céntrico del capital. Así, con esas palabras. Cuando nació mi hijo, la duda volvió a mi cabeza y a 4 años de su nacimiento lo sigo pensando.

Mi Salvador Antonio nació el 28 de marzo del 2010, pero meses antes ya había comenzado a dar vueltas mi vida. Mi hijo fue una decisión consciente, basada en el amor que con mi compañero nos profesamos y decidimos en conjunto iniciar “campaña”, dejar de tomar anticonceptivos y buscar quedar embarazados.

En poco menos de dos meses resultó el embarazo y la vida tal como la conocíamos se volvió loca.

Mucho tiempo afirmé que el instinto maternal es algo cultural y no existe como instinto. Tras 4 años de maternidad puedo decir que sigo creyendo que la maternidad es algo cultural, pero que también hay mucho que la madre naturaleza te susurra al oído cuando menos lo piensas.

Siendo madre de Salvador he reafirmado que la mujer no es un ser que por mandato divino está destinado a ser una madre amorosa y que se completa en la maternidad. Muchas veces he estado a un paso de salir de mis casillas, de no tolerar golpes de maña de mi enano y retarlo más de la cuenta. Aquí, el cuente hasta 10 para calmarse toma una nueva dimensión que ayuda mucho más de lo que piensan.

Mi hijo me ha mostrado una nueva manera de ver la vida, mi vida. Soy una mujer comunista desde que tengo uso de razón. Así me crió mi madre comunista (hoy budista) y así lo confirmé en mi adolescencia al conocer ideológicamente el marxismo.

En mis 15 años de militancia vi muchas mujeres destacadas que desaparecían de la política cuando quedaban embarazadas. Siempre cuestioné aquello. Pero al nacer mi hijo hubo un cordón umbilical invisible que hizo que mi atención estuviera centrada solamente en ese proceso de crecimiento personal que era conocer a este otro ser nacido de mí y mi compañero, y de aprender a ser madre.

Hubo entonces una decisión consciente de dejar de lado mucho que había caminado en política, profesión, amistad y concentrarme solamente en el cuidado y conocimiento de mi hijo.

Con el tiempo, eso fue mutando y la mujer- profesional - militante comenzó a pedir a gritos mayor espacio en mi mundo. Volví al trabajo, volví a la militancia, volví a la vida, pero en una nueva vida.

En ese camino de unificación de las distintas dimensiones que me conforman nació lo que llamamos crianza rebelde, que sintetiza una profunda premisa: criar en amor y apego es un aporte a formar seres humanos complejos y completos para enfrentar un mundo mejor.

La maternidad no es color de rosa. La discriminación hacia la mujer no deja de existir. Los niños no son santos sin inconvenientes. El mundo del trabajo no se adapta a la maternidad y mucho menos a la paternidad. La revolución social por un mundo mejor obvia la situación de la crianza. Queda mucho por hacer.

En ese camino, Salvador me acompaña con sus rulos, su risa de dientes de perla y sus eternas preguntas. Mi hijo me enseña en cada paso e impone desafíos que abren nuevas interrogantes.

Hace cuatro años nació Salvador Antonio. Con 3 kilos 360 gramos y 52 centímetros parió consigo una madre, un padre, una tribu de abuelas, ti@s y amig@s; parió una revolución.

Imagen: Maternidad, bordado de Paz

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